Puramente Wayuu

miércoles, 18 de febrero de 2009

¿DESAPARECE LA NACIÓN WAYUU?

Se plantea la hipótesis de si la etnia wayuu está en peligro de desaparecer por acción de la violencia política. Trataremos de aportar elementos de debate sobre la supervivencia de un grupo racial importante para el entendimiento de la nacionalidad colombiana y del respeto de los derechos humanos.

-En La Guajira la población se reparte entre los wayuus y los blancos, negros y mestizos, en proporción del 44 por ciento de indígenas y el resto para los otros grupos poblacionales. Según el Censo del DANE 2005, había en la península 278.250 wayuus. La etnia está integrada a las ciudades del Departamento (Uribia, Maicao y Riohacha, principalmente); también se halla dispersa en la Media y Alta Guajira.

En relación con otras etnias indígenas de Colombia, los wayuus son casi equivalentes en población a los indígenas de Cauca (247.987), y éstas sumadas, un poco inferior a la población de ese tipo combinada de Nariño y Córdoba (154.766 y 151.064, respectivamente). En conjunto, los aborígenes colombianos son alrededor de un millón, cerca del 1.9 por ciento de la población de Colombia. Allende la frontera, en Venezuela, vive la otra parte de la nación wayuu, con unas 300 mil personas. La gran representación demográfica de los indígenas guajiros, está influida por una de las mayores tasas de natalidad del país (3.4 hijos por mujer, contra 2.4 de media nacional y 1.93 en Bogotá).

De forma ancestral los wayuus han practicado el comercio hacia la Costa Atlántica y el del país; así como en dirección a Venezuela y las islas de Curazao, Bonaire y Margarita. La frontera colombovenezolana es permeable para ellos, en ambos sentidos. El pueblo wayuu es conformista y poco exige sus derechos; las protestas que le signifiquen mejoras en salud, tenencia de vivienda digna, servicios públicos domiciliarios de agua potable, saneamiento ambiental con recogida y disposición adecuada de las basuras, etc., son prácticamente inexistentes. La tecnificación de la crianza del ganado ovicaprino o del aprovechamiento de los recursos marinos, principales fuentes de proteínas, es nula. No se sabe de marchas políticas de reclamo a los gobiernos cuando le son conculcados sus derechos, salvo el bloqueo temporal de la frontera con Venezuela por problemas con la importación de la gasolina o de alimentos desde Venezuela. Mucho menos suelen acompañar las caminatas que organizan indígenas de distintas partes de Colombia.

Por tanto, los factores de riesgo para la sobrevivencia de la etnia wayuu, son más bien pocos: no hay violencia política con la intensidad y sevicia vista contra las comunidades indígenas del sur de Colombia; o contra la población negra del Urabá antioqueño y chocoano, por ejemplo. Podría ser una compensación por la mansedumbre ante el poder constituido, tanto el legal, como el ilegal. La masacre de Bahía Portete hace casi 5 años, parece un hecho menor dentro de las violaciones de los derechos humanos de los indígenas y de muchas otras personas en el resto del país. Aunque no hay acuerdo en las cifras de homicidios –entre 12 y 100-, de desaparecidos y desterrados en los hechos de Portete, ese incidente no parece ser una conducta sistemática de exterminio contra los wayuus por parte de los grupos armados afines al gobierno o a su estamento militar. No se trata de trivializar el suceso, que eso ya lo hizo el Vicepresidente de la República, Francisco Santos: en visita a Portete, propuso que las pocas indígenas sobrevivientes, en medio del duelo, bailaran la chichamaya (danza ritual), dizque para alejar los malos espíritus, como lo cuenta Jaime de la Hoz Simanca, en la crónica “Alguna vez existió Portete”.

Así mismo, las guerras entre clanes, tan comunes en la década de los setenta, son cosas del pasado; se acabaron con la extinción de la bonanza marimbera. Más bien las amenazas que como grupo étnico enfrentan los wayuu, se encuentran en la elevada tasa de mortalidad infantil (38.4 muertes de niños menores de cinco años por cada mil nacidos vivos); el analfabetismo galopante, que supera el 37 por ciento para la población guajira mayor de 15 años y que, específicamente para los wayuus, está por encima del 67 por ciento. Son cifras de espanto, si se tiene en cuenta que el promedio nacional de iletrados es del 8.6 y en Cuba, del 1.9 para el 2005. La población muere de causas prevenibles como la tuberculosis, diarreas, complicaciones del embarazo y de las enfermedades derivadas de la desnutrición, entre otras; y en menor grado, como consecuencia de accidentes automovilísticos.

La conclusión parece ser que es bajo el riesgo de desaparición de la etnia wayuu; al menos por causa de la violencia política, salvo que las circunstancias sociales cambien dramáticamente. Todo indica que si se atienden los factores epidemiológicos que diezman a la etnia; si los políticos dejan de apropiarse los recursos que los gobiernos nacional, departamental y municipales destinan para paliar el sufrimiento de los indígenas; si, además, la población misma toma conciencia de emprender una diversificación de sus ingresos para no monodepender del comercio, con seguridad un mejor horizonte le espera a los wayuus. Otros controles, por paradójico que suenen, tendrían que ver con la intensificación de los métodos de planificación familiar, que permita una mejor calidad de vida para sus habitantes; desarrollar estrategias agropecuarias para poner a producir los suelos de la Media y Alta Guajira, semisecos, pero en buena medida fértiles para cultivo de legumbres, oleaginosas y forraje; tecnificar la captura y comercialización de los productos del mar y la crianza del ganado ovicaprino. El hecho de que haya fracasado el proyecto camaronero de Manaure, no niega que se puedan implementar proyectos nuevos de ese orden.

Tal vez con políticas agresivas de interés social, se destierre de una vez, y ojalá para siempre, la mendicidad y la prostitución de miembros menores y mayores de la nación wayuu. Pero los protegidos de Mareygua no deberían esperar milagros; ellos mismos deben ser sus propios demiurgos que operen el cambio que les dignifique y haga respetables en el concierto nacional, como lo son paeces, guambianos y otras etnias surorientales de Colombia.

GUSTAVO MÚNERA BOHÓRQUEZ.
Universidad de Cartagena
Instituto Superior de Ciencias Médicas de Cuba
Ex-docente de Neurofisiología Universidad Metropolitana de Barranquilla
Ex-docente de Neurosemiologia Universidad Libre de Barranquilla-

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