Puramente Wayuu

viernes, 15 de mayo de 2009

1769: Rebelión Wayuu

El 2 de mayo de 1769 se inició un alzamiento armado de numerosas comunidades Wayuu contra las autoridades españolas y vecinos hispano-criollos de la Provincia de Riohacha.


Fue un suceso de extraordinarias proporciones que conmocionó a la sociedad colonial de la Guajira, pues los indígenas quemaron más de veinte poblaciones entre sitios, misiones religiosas y pueblos de indios, además de arrasar con numerosos hatos ganaderos, poniendo en franca retirada a las fuerzas militares acantonadas en los pueblos circunvecinos de Riohacha.

En una carta escrita por una vecina de la Villa de Pedraza, población cercana a Riohacha, a su hermana residente en esta última, se percibe el miedo con que los habitantes vieron el alzamiento indígena:Mi estimada hermana. Hoy domingo, a las ocho del día, se apareció un grueso número de indios en caballos ligeros por la parte del camino de esa ciudad [Riohacha], unos y otros por el cardonal inmediato a embestir los caballos del rey y la demás hacienda, con tal desgracia que no se pudo remediar nada con el auxilio que se les dio, porque cuando llegaron, ya habían arrebatado las bestias y herido un miliciano [...] en fin, la función duró hasta las diez y sólo murió el sargento encargado de las bestias nombrado Juan Josef Socarrás; no dejes de mandarme todas las cargas que puedas, y en especial de víveres; a Don Ramón que no dejen de venir los tres barriles de harina; y tú el maíz, porque aquí estamos a carne seca; a María del Carmen no me la mandes ni por un punto que esto está maluco y yo quiero safar, y si puedes mandarme panela y fríjoles [...]1No obstante la importancia de tal suceso, éste ni siquiera se nombra en los manuales de historia de Colombia, y la moderna historiografía del Caribe apenas se asoma tímidamente a ‘descubrirlo’2. ¿Qué sucedió?, ¿cómo se inició el alzamiento?, ¿quiénes participaron en él?, ¿qué hicieron y qué dijeron sus participantes?, ¿cuánto tiempo duró y cómo terminó?, ¿cuáles fueron las causas y los resultados?, son algunos de los interrogantes abordados en este artículo.



LOS SUCESOS.

A mediados del mes de abril de 1769 una partida de militares españoles y milicianos criollos, acompañados de algunos nativos Wayuu, partieron hacia el interior de la península de la Guajira para ‘castigar’ y someter a algunas parcialidades3 de indígenas Coçina4 que hacía algún tiempo venían hurtando ganado. En un plan previamente acordado entre los militares que salieron a reprimir a los Coçina y algunos hacendados que se encontraban en Riohacha, estos últimos se aprovecharon de la ausencia de los jefes Wayuu que acompañaron la misión militar, engañados por el señuelo del castigo a los Coçina, para arrasar una treintena de parcialidades que habían quedado sin vigilancia. En esa acción murieron numerosos indígenas entre hombres, mujeres y niños, capturados una cantidad significativa de ellos y hurtado un número indeterminado de ganado. Como respuesta a este ataque los jefes de las parcialidades afectadas se reunieron el 1 de mayo de 1769, y un día después se daba inicio al alzamiento armado indígena más grande que ha tenido la historia del Caribe colombiano.
Mapa de 1885 de la península de La Guajira, por F.A.A. Simons.


INICIO DEL ALZAMIENTO.

La chispa del alzamiento se inició en el pueblo nativo del Rincón, cuyo jefe era el indígena apodado ‘El Capitancito’, de un liderazgo indiscutible en las acciones. En este pueblo se reunieron los principales jefes guajiros y acordaron iniciar maniobras armadas. El 2 de mayo se dio muerte al español Pedro Valdeblánquez, que llegó a confesarse al Rincón, el cual fue quemado vivo junto a sus pertenencias. Posteriormente se unieron los nativos del pueblo de Orino y desde ese momento el alzamiento iba ganando adeptos en casi todas las parcialidades de la península de La Guajira, tanto al sur como al norte de Riohacha. La Guajira se convertía en un volcán en erupción que emanaba lava en todas las direcciones.



NATIVOS PARTICIPANTES.

La participación de los indígenas no fue homogénea, algunas parcialidades estuvieron más comprometidas directamente y otras apoyaron de manera indirecta al alzamiento. Quienes tomaron parte decisiva fueron las parcialidades cercanas a Riohacha que se encontraban en los pueblos del Rincón, Orino, La Cruz, Camarones, Manaure, Boronata, entre otras, las cuales sufrieron los mayores estragos de parte de los hacendados riohacheros. Las que residían en la Alta Guajira (norte) apoyaron con armamento e información a los alzados en armas. Los líderes sobresalientes fueron ‘El Capitancito’, del pueblo del Rincón, y ‘Juan Jacinto’, de Bahía Honda. Otros jefes sin embargo también participaron: ‘Antonio Paredes’, de Chimare; ‘Pacho Gámez’, de Manaure y Carrizal; ‘Chepe’ de Bolombolo y Félix Cigarroa, del pueblo de La Cruz5. ‘El Capitancito’ tenía una buena aceptación entre los nativos y algunos vecinos riohacheros decían que los indígenas “[...] lo miran como a su redentor, porque fue el que levantó la voz en la sublevación y el que los acaudilló y sostuvo la guerra que hicieron”6. Por otro lado, las autoridades españolas se refirieron alguna vez a ‘Juan Jacinto’ en los siguientes términos: “Este es el indio, que hay memoria de sus travesuras y atrevimientos en toda la provincia, y en la de Santa Marta, porque allí ha llegado su malicia”7. Detrás de estos jefes estaban los numerosos indígenas combatientes, cuyos nombres ni apodos aparecen en la documentación oficial.



LAS VOCES DE LOS INDÍGENAS.

Los vestigios o fuentes que los historiadores utilizamos para acercamos a la interpretación del pasado muchas veces tienen el carácter de oficial, es decir, fuentes que reflejan las representaciones que el poder hace de grupos ‘subordinados’ o ‘subalternos’. Sin embargo, los investigadores del pasado nos valemos de estrategias metodológicas para develar las voces silenciadas de estos grupos, lo que algunos han dado en llamar “leer entre líneas”8. A través de la documentación manuscrita existente en el Archivo General de la Nación (Bogotá), que da cuenta del alzamiento armado Wayuu de 1769, se lograron extraer, recuperar y develar los motivos de tal suceso desde las experiencias de los nativos. Las acciones armadas de los Wayuu no fueron solamente respuestas a los actos de saqueo, violencia y vandalismo hechos por los hacendados criollos contra los nativos a mediados de abril de 1769. Fueron, en el fondo, el ‘cobro’ por las agresiones que desde hacía muchos años venían recibiendo los indígenas de parte de militares, misioneros y vecinos, representadas en entradas al territorio étnico con violencia y vejámenes. El 2 de mayo de 1769 se enciende la ‘chispa fermentadora’ de una respuesta que marcó un cambio en relaciones de la sociedad criolla con los aborígenes. Las leyes nativas guajiras, como bien lo han explicado algunos antropólogos, establecen un principio de reciprocidad que se rige por un sistema de compensaciones que regula la vida en comunidad9. Quien viole estos principios estará expuesto a los rigores de la fuerza para hacer cumplir la ley nativa. En ese sentido, mientras las autoridades españolas no compensaron los agravios que los nativos habían recibido, éstos siguieron en su lucha. Antonio de Arévalo, militar español veterano en guerras contra indígenas, fue el encargado de ‘pacificar’ La Guajira. El Brigadier General Arévalo (que también dirigía las obras de fortificación en Cartagena) pactó con los aborígenes una tregua y liberar a los parientes de éstos que se mantenían presos en Cartagena y en la misma Riohacha. Además, tuvo que indemnizar con reses y otros géneros a las parcialidades agraviadas. Sólo así se pudo tranquilizar a los nativos.


RESULTADOS DEL ALZAMIENTO.

La terminación del alzamiento armado a mediados de 1771 coincidió con un retroceso de las políticas de control, sujeción y reducción que las autoridades españolas trataron de implantar en la Guajira. Los pueblos de Apiesi, Sabana del Valle, San José de Bahía honda y Pedraza fueron totalmente arrasados y desmantelados por los nativos. Pero quizás el resultado más importante radique en la puesta en escena de los límites o pactos que no pueden ser violados por los individuos en el marco de las relaciones entre culturas. El respeto a las costumbres y códigos culturales de los ‘otros’ es un componente esencial de la vida en sociedad. Los Wayuu dieron una lección de respeto y dignidad como pueblo con el alzamiento de 1769. José Polo Acuña. Director del Programa de Historia de la Universidad de Cartagena.



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